Uno de los cambios más
sorprendentes del mundo de hoy es la rapidez de las comunicaciones. Modernos sistemas permiten
que el flujo de conocimientos sea independiente del lugar
físico en que nos encontremos. Ya no nos sorprende la
transferencia de información en tiempo real o
instantáneo. Se dice que el
conocimiento es poder; para
adquirirlo, las empresas se han
unido en grandes redes internacionales para
transferir datos, sonidos e
imágenes, y realizan el comercio en
forma electrónica, para ser más
eficientes.
Pero al unirse en forma pública, se han vuelto vulnerables, pues cada sistema de computadoras involucrado en la red es un blanco potencial y apetecible para obtener información.
Pero al unirse en forma pública, se han vuelto vulnerables, pues cada sistema de computadoras involucrado en la red es un blanco potencial y apetecible para obtener información.
El escenario electrónico actual es que las
organizaciones
están uniendo sus redes internas a la Internet, la que crece a
razón de más de un 10% mensual. Al unir una red a la Internet se
tiene acceso a las redes de otras organizaciones también
unidas. De la misma forma en que accedemos la oficina del
frente de nuestra empresa, se puede
recibir información de un servidor en
Australia, conectarnos a una supercomputadora en Washington o
revisar la literatura disponible desde
Alemania. Del
universo de
varias decenas de millones de computadoras interconectadas, no es
difícil pensar que puede haber más de una persona con
perversas intenciones respecto de una organización. Por eso, se debe tener la red
protegida adecuadamente.